¡Bueno! para ser honesta, he tenido más sexo en esta cuarentena que en los últimos tres años de mi vida (hagan cuentas). Durante todo este tiempo he pasado por todos los «estados de la materia»; al principio estar o no acompañada no era necesario, finalmente estaba haciendo lo que más me gusta que es hacer pereza y yo con eso soy feliz; el segundo mes más que el sexo me hizo falta la fiesta y pues… una cosa lleva a la otra y pues ajá; el siguiente mes empezaron los «Holi», gente que uno no veía hace mil años apareciendo así como quién no quiere la cosa y pues … estuvo rica la cosa; el siguiente mes, fue un poco más extraño: los chats, packs y las experiencias digitales se fueron poniendo más candentes, las cosas que uno nunca pensaría terminaron siendo parte de la «reinvención», hay algunos que odian esa palabra pero, son datos y hay que darlos!
Yo, lejos de ser una mojigata y hablar de estos encuentros como si no pudieran pasar antes, me refiero un poco más a la frecuencia, la rareza con la que se presentan las situaciones y cómo el encierro nos lleva a hacer cosas que seguramente en otras circunstancias uno no haría (diría la Veci); no sé ustedes qué opinan y qué historias hayan vivido durante todo este tiempo pero si me leen échenme rulo, necesito apoyo moral, son muchas historias en muy corto tiempo y la última por supuesto fue la más complicada, el último mes de esta cuarentena no solo vino con sexo sino con la ilusión del amort, imagínense, yo que soy bien boba y bien enamoradiza, y por cuestiones de la vida termino metida en una situación en donde básicamente estuve jugando a la casita: compartí mi apartamento con un chico con el que de tanto estar juntos terminé pensando en cómo sería volverse a enamorar y realmente como era de esperarse ese pedacito resultó ser un desastre; la cabeza es una vaina de locos, el corazón ni se diga y la pelea entre esos dos una bomba.
La verdad no sé cuánto tiempo más vamos a estar así pero ¡auxilio! si bien he sido feliz con cada encuentro, tengo que confesar que esto ya es preocupante, necesito trabajar y quemar energía de otra forma, no sé, ¿una fiesta por ejemplo?, ¿Un sandungueo intenso?, fuera de broma yo tengo que decir que compartir, eso hace parte de mi vida y recurro a las palabras de mi maestro cuando dice que el ser humano por miedo a morir deja de vivir; estuve juiciosa hasta el COVID Friday, después de eso… ¡Sálvese quien pueda!, pienso que debo aprender a vivir con el virus y prepararme en caso de, pero mientras, seguiré insistiendo en que #LiberenElPerreo! no solo para la Nathaly cliente sino para la Nathaly que trabaja, espero que los pilotos que se van a hacer el fin de semana para abrir de nuevo los restaurantes tengan éxito, ya quiero sentarme a comer en un sitio deli y tener un date en otro lugar que no sea una casa.
Puedes leer mi columna anterior: La nueva realidad
Visita mi proyecto Pa’lante en Facebook: https://www.facebook.com/United-Palante-109774194114281/
Nathaly Velasco
Personal traveler
Bogotana. Diseñadora de experiencias turísticas, profesora de español; me gusta tomar fotos y generar relaciones comerciales.