Aunque la historia de Pachamama, el filme de animación estrenado en Netflix el año pasado, transcurre durante los primeros años de la conquista allá en el siglo XVI, su fundamento es totalmente actual: la defensa de la naturaleza y los recursos naturales de un pueblo ante la invasión y el saqueo de los poderosos.
Una historia que lleva a los espectadores a pensar mucho más sobre cómo tratar mejor el lugar en que vivimos y la responsabilidad de contar bien la historia, para no repetirla.
Dirigida por el argentino Juan Antín, quien realizó una extensa investigación y recorrió un camino de casi 14 años antes del estreno en diciembre en salas de Francia, la película fue producida en ese país y tuvo un importante recorrido en festivales europeos y nominación a los prestigiosos premios César antes de su desembarco en la popular plataforma.
El planteo de Pachamama es tan sencillo como atrapante: después de una ceremonia de ofrendas para agradecer a la madre tierra por la abundante cosecha en una aldea andina, un grupo que representa la codicia de los conquistadores les arrebata a los pobladores un símbolo sagrado (huaca) hecho de oro, uno de los metales preciosos que generaron las más delirantes locuras de los españoles que llegaban a América en esos tiempos.
La mayor parte del filme cuenta cómo Tepulpai y Naira, dos chicos en la edad de la pubertad, recorren un largo camino lleno de aventuras para recuperar el símbolo que es fundamental para el cuidado de sus ancestros.
“El camino de Pachamama fue largo y difícil, con muchos altibajos, pero con final feliz. A fines de 2004 en Argentina escribí una primera versión del guion, hice viajes de investigación al norte del país, Bolivia y Perú, dibujé un primer storyboard y un diseño de arte. Luego armé un pequeño equipo para filmar el primer tráiler en stop motion”, contó Antín en una entrevista reciente.
La idea original mutó cuando conoció al que terminó siendo el productor del filme, el francés Didier Brunner, quien le aconsejó hacerla en 2D y 3D. “Al principio la idea no me convencía mucho, pero con el tiempo me di cuenta de que tenía razón”, completa el director. Es cierto: la calidad de la animación es impecable, así como también la utilización de la música (Pierre Hamon) y la apropiación de los paisajes.
El resultado termina teniendo el justo equilibrio entre joyas de la animación francesa como la saga de Kirikou (tal vez no tan conocida para el público promedio, aunque está subida a YouTube) y la más reciente Moana con toda su acción y su bagaje ambiental. Tal vez se podría cuestionar el título del filme por demasiado ambicioso para una película tan sensible (suena más a documental), pero termina siendo una cuestión menor. Otro dato: la película fue realizada en inglés y traducida en castellano por Netflix: eso sí, el tráiler no está publicado en nuestro idioma.
La principal virtud de Pachamama es que ahonda en tradiciones milenarias de manera didáctica para acercarse a una infancia que puede así aprender más sobre algunas creencias que parecen lejanas pero en verdad siguen muy presentes entre nosotros.
Como se sabe, las ceremonias continúan vigentes no sólo en la región andina, sino también en algunas zonas más urbanizadas de la misma provincia de Córdoba. Todos los agostos, muchas familias, vecinos y comunidades en diferentes rincones de las Sierras se reúnen en patios para ofrendar, agradecer y celebrar la “Pacha”. Y los niños lo toman con total naturalidad, la misma con la que cuidan el medio ambiente y con la que pueden disfrutar de esta película tanto como una de Pixar.