La segunda temporada de The Last of Us ha sido, sin duda, una de las más controversiales en la televisión reciente. Desde la muerte de Joel hasta la creciente relación entre Ellie y Dina, los cambios narrativos han desatado una mezcla de entusiasmo, rechazo y reflexión profunda entre los fans. Pero más allá de la acción postapocalíptica o las criaturas infectadas, lo que verdaderamente distingue a esta serie es su capacidad para mostrar el amor en sus formas más íntimas y genuinas, particularmente el amor queer, como eje emocional de su historia.
La escena que cambió la percepción del público llegó temprano, con el episodio «Long, Long Time» en la primera temporada. Lejos de ser un desvío narrativo, la historia de Bill y Frank sirvió como una declaración de principios: el fin del mundo no significa el fin del amor. La conexión entre estos personajes, interpretados magistralmente por Nick Offerman y Murray Bartlett, mostró que aún en la devastación, hay espacio para la ternura, la vulnerabilidad y la construcción de una vida compartida. Fue un acto de resistencia emocional que estableció el tono de la serie como una sobreviviente emocional más que una saga de supervivencia.

Ellie y Dina: el nuevo corazón de la serie
Con la pérdida de Joel, la narrativa tenía que encontrar una nueva columna vertebral. Esa función la ha tomado la historia de Ellie y Dina, que ha evolucionado con una sensibilidad pocas veces vista en la televisión de género. Lejos de buscar reemplazar la relación padre-hija entre Joel y Ellie, la conexión con Dina permite que Ellie explore emociones complejas como el deseo, la culpa y la esperanza.
Isabela Merced, quien da vida a Dina, ha traído una mezcla de carisma y profundidad que complementa el retrato ya sólido de Bella Ramsey como Ellie. Su química es palpable y está sustentada en vivencias compartidas fuera de la pantalla. Merced comentó en una entrevista con Variety que tanto ella como Ramsey han vivido relaciones queer, lo cual les permitió dotar de autenticidad a una escena íntima en el episodio cuatro. «Puedes notar cuando una chica no ha besado a otra chica antes», dijo. Esta confianza se traduce en una escena cargada de ternura, dirigida por Kate Herron, quien también se identifica como lesbiana.
Más allá de la acción: una historia sobre vínculos humanos
A diferencia de otras producciones posapocalípticas, The Last of Us no teme hacer pausas para contar historias profundamente humanas. Este enfoque, que ya funcionó con Bill y Frank, se replica en la relación de Ellie con Dina, construida lentamente a través de miradas, silencios y compañerismo. Es este tipo de narrativa la que permite que el espectador conecte emocionalmente, a pesar del entorno violento y desesperanzado.
Aunque el episodio de Bill y Frank no tuvo consecuencias directas en la línea principal, su impacto emocional fue contundente. Funcionó como espejo y presagio de la historia de Ellie, demostrando que incluso en los momentos más oscuros, el amor puede abrir una brecha de luz. Lo mismo se busca con Ellie y Dina: su historia, aunque marcada por la tragedia, representa un hilo de esperanza dentro de un mundo fragmentado.

¿Por qué algunos fans rechazan este enfoque?
La segunda temporada ha sido víctima de review bombing y críticas cargadas de homofobia. La puntuación del público en Rotten Tomatoes bajó drásticamente al 39%, contrastando con el 86% de la primera temporada. Esta reacción negativa no es nueva: los mismos patrones se repitieron cuando el videojuego «The Last of Us Part II» mató a Joel y centró la historia en Ellie. En aquel entonces, incluso Laura Bailey, actriz que interpretó a Abby, recibió amenazas de muerte.
Este tipo de reacciones revelan un rechazo profundo hacia la representación queer en narrativas centrales. Sin embargo, lo que muchos detractores pasan por alto es que The Last of Us siempre ha sido una historia sobre el amor en todas sus formas. La decisión de los creadores Neil Druckmann y Craig Mazin de poner el foco en relaciones queer no es una imposición ideológica, sino una exploración honesta de lo que significa amar en un mundo que ya lo ha perdido todo.
Con la posible incorporación de Lev, un personaje trans en la tercera temporada, la serie continuará desafiando prejuicios y ampliando el espectro de historias humanas que merece ser contadas. Esta apuesta narrativa, aunque divisiva, es también su mayor fortaleza. En un paisaje televisivo donde muchas veces se prioriza el impacto por encima de la sustancia, The Last of Us se mantiene firme en su convicción de que el amor, en especial el amor queer, es una fuerza transformadora.

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