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The Sling”, una canción que Powers describe como “el núcleo del álbum”, es una balada de piano fantasmal y sencilla. Escuchamos cada línea como alguien espiando a través de una grieta en la pared. “On a lonely street, children still play. Families still eat” (‘en una calle solitaria, los niños todavía juegan. Las familias todavía comen’), canta. Heaven Is a Junkyard es una frase que Powers escribió en su libreta después de ver cómo se incendiaba la granja de un vecino. “Ni siquiera estaba seguro de lo que significaban esas palabras en ese momento”, dice. “No estoy seguro de que ya lo entienda”. Pero cuando se escucha el título del álbum al final de “The Sling”, se siente sustancial. “Heaven is a junkyard, and it’s my home” (‘El cielo es un basurero, y es mi hogar’), canta Powers.

Sobre “The Sling”, Powers agrega: “Durante años, he estado persiguiendo un fantasma. Este sentimiento de un mundo invisible muy dentro de mí. Es por eso que hago música. Tengo la compulsión de entenderme a mí mismo. O aprender a amarme a mí mismo. Tal vez es lo mismo. Varias personas me han pedido que describa ‘The Sling’. ¿De dónde viene? ¿Qué significa? Cada vez que empiezo una explicación, me contradigo. La consideraría una canción sobre el tiempo. Y amor. Eso lo puedo decir con confianza. La escribí una noche que me sentí atrapado. A la mañana siguiente ya era libre”.

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A lo largo del álbum, se crea un estilo lírico que se siente tanto punk como western. Con susurros de country, Heaven Is a Junkyard es una Americana mutante en un mundo de amor, drogas, historias y milagros, unidos por la voz de Powers y un piano. En palabras de Powers, “Heaven Is a Junkyard se trata de todos nosotros. Son historias de hermanos que se van a la guerra, padres borrachos que aprenden a abrazar, madres que se enamoran, vecinos que roban tu correo, vaqueros que se drogan, amigos que faltan a la escuela, yo llorando en la bañera, perros cazando conejos y niños jugando en la hierba alta”.

En 2016, Trevor Powers le cerró la puerta a Youth Lagoon. “Me sentía como si me estuviera sofocando”, dice. “Aunque era mi música, perdí el rumbo. En muchos sentidos, me perdí a mí mismo”. En 2021, tras una serie de problemas de salud que le impidieron hablar por varios meses, recurrió a los mensajes de texto y a un lápiz y papel como sus únicas formas de comunicarse. “No estaba seguro de si alguna vez podría volver a hablar, y mucho menos cantar”, dice. «Todo se sintió simbólico de alguna manera», agrega. “Había estado tragando miedo toda mi vida y ahora estaba saliendo”.

El crecimiento que siguió a esa pesadilla redujo el enfoque de Powers. En lugar de escribir sobre el mundo en general, comenzó a escribir sobre su hogar. “Familia, vecinos y la muerte”, se ríe. “Siempre he escrito sobre cosas lejanas, pero el mejor material ha estado frente a mí todo este tiempo, en Idaho”. Grabado en seis semanas con el coproductor Rodaidh McDonald (The xx, Adele, Gil Scott-Heron), Heaven Is a Junkyard es una obra de absoluta devoción. Un retrato del oeste americano embrujado por Dios. Y un recordatorio de que siempre hay amor en la hierba alta.